Pablo Blanes crea un mundo imaginario que crece y se redefine con cada nueva intervención plástica. Sus sueños son los de un arquitecto que proyecta arcanos altares en recónditos enclaves y que explora los lugares más ocultos del alma humana.
Para ello articula habitaciones imposibles, geometrías que invaden el espacio, lo tensan y lo aprisionan, elementos arquitectónicos que usurpan el vano que deberían crear. En esos espacios interiores construye cubos vacíos para albergar los distintos estados del alma a través de una simbología distinta, fruto de una síntesis personal y una nueva recombinación de los elementos.
En sus “Veinticuatro cubos” se encierran misteriosos espacios que solo se sospechan, que evocan lugares situados en el fondo de nuestras mentes y que nos producen una profunda zozobra y desasosiego, recuerdan las” Cárceles” de Piranesi, resaltan la pequeñez del hombre y su soledad frente a la desolación. También podemos encontrar como referente los angustiosos y desolados espacios metafísicos de De Chirico, lugares inquietantes, donde reina un profundo silencio, silencio cósmico.
La estética del juego, presente en las formas simples y el cromatismo inspirado en el mundo infantil, se conjugan con lo velado, lo secreto. Los elementos translúcidos distorsionan y entorpecen la percepción clara de las formas instando al espectador a ser parte activa en la recepción de la obra.
Por otra parte esa dimensión lúdica se manifiesta también en piezas de pared en las que, emulando imágenes procedentes del universo de la mecánica, realiza una composición de aspecto pseudocientífico donde se elabora una libre y caprichosa “Fiesta cibernética” de relaciones formales y cromáticas. En otras piezas se establece un juego serial inspirado en el concepto de caída, donde una forma va adoptando las diversas posiciones de la secuencia, pero, de repente, surge una distorsión; cuando creíamos tener clara la percepción, aflora la duda, la incógnita.
El misterio es otro de los aspectos que vehiculan las creaciones de Blanes, en otra serie de trabajos con un grado de iconicidad más alto, el autor congela escenas de acciones que suceden en su mente creativa. Estos fragmentos quietos de representación mental contienen a partes iguales onirismo e ironía; en ellos encontramos constantemente referencias a la historia del arte y sus productos, combinados acertadamente con imágenes del universo popular. Nos hacen partícipes, quizás, de una suerte de rito iniciático que hará que accedamos a un nuevo rincón de la realidad, donde todo es posible.